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En la ciudad existen dos ordenanzas que prohíben la comercialización y el uso de pirotecnia. No obstante, hubo gente que vendió y otros muchos que utilizaron los cohetes para festejar de esa manera el Año Nuevo luego de las 12 de la noche.

Parece que la inconciencia y la falta de sensibilidad de muchos, fueron más que las normas de convivencia y las campañas y las leyes.

Debería replantearse el Municipio, la forma en que se llevan adelante los controles y los canales de denuncia para terminar con el flagelo de la pirotecnia que por años arrojó heridos -con lo que implica un gasto innecesario del recuro destinado a la salud en los hospitales estatales- y la molestia a las personas enfermas y el extravío de animales que sufren por eso que otros tomas como un festejo.

Las sociedades deben evolucionar. Tal vez haya que poner un poco más de esfuerzo desde el Estado para que esto pase lo antes posible.